Solo el murmullo del mar; es todo lo que escucho en este soleado día que me invita a despertar la pluma, que yace olvidada en el fondo de mi bolso desde hace tiempo.
Cansada de arrugar borradores que quisieron ser y no pudieron, se levanta titubeante, en busca de la palabra apropiada para que yo la escuche. Se interna en lo profundo de mí ser y se sumerge, urgente de una esencia inspiradora, que por fin logra. Mi boca se llena de vocablos que en impecable orden, se acomodan como pueden para decir algo coherente. Aquí me encuentro; sentada frente a esta inmensidad de aguas transparentes, viendo avanzar despacio a las olas silenciosas, casi como el náufrago que cansado de nadar, llega aletargado a la orilla y desfallece. Desde este alto, siento que puedo tocar el cielo o inclinarme para besar el mar. Puedo ver a las olas bordar con su blanca espuma, las infinitas vueltas de una suerte de enagua de novia que se forma en la orilla. Un verde follaje rodea el camino que lleva al mar. A lo lejos, emerge un cinturón de doradas arenas, que oficia de marco para este milagro que nos regala la vida. Mis ojos se pierden en el horizonte, donde las aguas se confunden con el cielo, como pincelada inconclusa de este cuadro viviente que me subyuga y me conmueve cada dìa.
sábado, 16 de agosto de 2008
Santa Teresa y el mar
martes, 5 de agosto de 2008
Mi Peque adolescente
Con la frescura que le dan sus pocos años y el privilegio de sentir la rebeldía, va impregnando con aroma de inocencia
los rincones de mi tiempo y de mi vida.
A veces, único refugio de mis pensamientos, hace presente
el recuerdo de mi risa, y devuelve a mi memoria más frecuente, reminiscencias de una niñez dormida.
Un caudal inagotable de experiencias no vividas y el desenfado en la mirada, tantas veces perdida, dan el marco adecuado a la hora de encontrarle una noble descripción a mi creación divina.
Es en el momento justo y en su justa medida, que urgente de libertad busca a tientas la salida.Un caudal inagotable de experiencias no vividas y el desenfado en la mirada, tantas veces perdida, dan el marco adecuado a la hora de encontrarle una noble descripción a mi creación divina.
Arrebato silencioso que me asecha inadvertida, llevándose su niñez, como un ladrón, a escondidas.
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