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jueves, 20 de noviembre de 2008

Publicacion de un Poema de Martina

Y como dice el dicho: "De tal Palo, tal astilla". Los chicos son capaces de crear grandes cosas.
Aquí va una muestra de lo que escribe Mati, cuando tiene ganas ... claro.
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sábado, 8 de noviembre de 2008

No va más ... (cuento)

El portero pronunció su nombre y lo saludó por lo bajo, cuando lo vio entrar por la puerta giratoria del Casino.
Sin más, Albert se dirigió a la mesa número cuatro en el momento en que el crupier cantaba el usual “No va más…”.
En ese instante sintió la vibración de su celular con la entrada de una llamada y se alejó del lugar para contestarla:
– hola amor, que necesitas, aún estoy en la oficina y voy a llegar tarde otra vez por lo del balance –
Al otro lado de la línea, la voz de su esposa sonaba bastante crispada. Albert intentó calmarla.
– te prometo que será la última vez – le dijo como para tranquilizarla.
Guardó el celular y se acercó nuevamente a la mesa para comenzar a apostar.
Ganó dos veces seguidas.
Se dirigió a la salida en un intento por retirarse del lugar, pero regresó para jugar una vez más.
Sabía que era su noche de suerte y no la iba a malograrJugó por tercera vez, a primera docena y ganó nuevamente. Contó todas las fichas: eran muchas, tantas como para pagar la mitad de la deuda que lo atormentaba, pero decidió seguir una corazonada y las puso a un pleno en el número diecisiete.
Sus manos temblaban ante tal acción pero el impulso era irresistible. No sabía si hacía lo correcto, pero el pronto vencimiento de los plazos para terminar de pagar la casa, fruto del esfuerzo conjunto con su mujer, lo terminó por convencer.
La bola comenzó a girar y el círculo de números se convirtió en un espiral infinito ante la mirada fija de Albert. Pensó en sus hijos pequeños y en su mujer; ellos confiaban en él.
El crupier lo observó y esbozó una sonrisa que pronto se transformó en una mueca de asombro, cuando finalmente cantó: – ¡ Negro el diecisiete ! –.
Los silbidos de aprobación y los aplausos por parte del público que rodeaba la mesa, no se hicieron esperar.
Sin salir de su asombro, Albert fue acompañado por dos empleados del Casino para realizar los trámites pertinentes, luego de hacer algunos arreglos, para depositar el dinero directamente en un Banco.

Poco después, se retiró eufórico del lugar; Necesitaba tomar aire fresco y tranquilizarse.
Ya en la calle, sintió nuevamente la vibración del celular; era su esposa quien lo volvía a llamar, pero no la atendió; quería darle personalmente semejante noticia. Además, sabía que antes de poder contarle, ella comenzaría a hacerle reproches sin escuchar razones y empañaría la alegría que él sentía en ese momento. Recordó las discusiones al respecto, pero ahora, sólo formarían parte del pasado.
Esta vez todo sería diferente, ¡había ganado un millón!! Las palabras retumbaban en su mente al pronunciar semejante cifra; nadie se lo echaría a perder.
Subió al auto, lo puso en marcha y se dirigió a su casa. Durante el trayecto las ideas iban y venían, mientras apretaba a fondo el acelerador con el fin de llegar lo antes posible a su hogar. Tomó una curva cerrada sin aminorar la marcha y rápidamente perdió el control del vehículo, que derrapó y giró como un trompo hasta quedar fuera del camino.
El destino quiso que se salvara. Los paramédicos llegaron al lugar, lo revisaron y le curaron algunas contusiones.
Al verlo más calmado y luego de constatar que no presentaba gravedad, lo trasladaron a la casa.
Su mujer estaba consternada ante lo ocurrido. Al día siguiente, a raíz de algunas actitudes por parte de su marido, percibió que algo no estaba bien.
Albert no recordaba nada de lo ocurrido antes ni durante el accidente; nada de lo acontecido aquel día, le venía a la memoria. Su esposa no le dio mayor importancia y lo tranquilizó diciéndole que debió haber sido un día como tantos; le explicó que había trabajado hasta tarde y el cansancio, y las preocupaciones habrían sido los causantes de un accidente que pudo ser fatal.
Esas palabras trajeron a la frágil memoria de Albert, el recuerdo de la deuda de su casa. El tiempo apremiaba y sabía que no tenía solución. Había golpeado todas las puertas para que lo ayudaran pero no sucedió.
Miró a su mujer, ella siempre guardaba una esperanza; decía que él, tarde o temprano lo solucionaba todo. La vio salir del dormitorio, y entonces se levantó, hurgó entre sus papeles y separó uno de los documentos; luego abrió el cajón de su mesa de noche, tomó el arma y se suicidó.
Su esposa sintió un estruendo que provenía de la habitación y corrió a socorrerlo; estaba tendido en el suelo sobre un charco de sangre.
Encima de la cama, se hallaba el seguro de vida que pagaría la hipoteca de la casa.

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